Busqué entre las olas mi pedazo extraviado, pero ni la espuma efímera ni las imperantes olas supieron darme respuesta. Me abandoné a las aguas, desnudo, sin complejos ni pretextos. Pregunté por qué había perdido a tanta gente, aunque el rumor de las aguas al morir en las rocas no era una respuesta válida. Traté de sanar con sal mis heridas por las que supuraba un dolor insoportable. Poco después me retiré a la orilla y entendí que la vida es como la marea: A veces, alta; otras, baja, que las olas traen tesoros que también pueden arrebatarte en cualquier instante. Lo que es arrastrado a las profundidades del mar no se pierde, tan sólo aguarda a un corazón capaz de bucear hasta lo más profundo para encontrarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario