Sangre y lágrimas, siempre tan unidas a mi vida, por desgracia.
Las primeras surgen cuando se daña el cuerpo, las segundas cuando se rasga el alma.
Hubo un tiempo en el que mi vida no daba tumbos y todo era un mar en calma.
Ahora, cada vez que doblo la esquina siento el frío de sus miradas, como una hoja de acero que atraviesa mi mente y paraliza cada apéndice de mi cuerpo.
Hay quien asegura que todo pasa por algo, que la vida no es más que la consecuencia de acciones atropelladas en despropósitos que a veces acaban bien.
Otros, se aferran a la voluntad de uno o más seres todopoderosos que rigen las normas del destino y la naturaleza de nuestro mundo, que incluso lo que pensamos es controlado por ellos, lejos de existir el libre albedrío.
Para mí esto es una locura, una espiral caótica que gira en torno a mi universo, y mi único objetivo es trepar a su vórtice y demostrar que soy más fuerte que toda la bazofia que se me presenta.
Aparecieron ello, rompiendo cualquier esquema previamente desarrollado, los estudios de los grandes científicos de renombre, cualquier creencia religiosa, desbancando moralidades establecidas, provocando conflictos.
Se les apodó de muchas formas: "Psicoparásitos, malditos, esquizofrénicos".
Yo los llamo Coşmaruri.
Para mí son la pesadilla que cambió el rumbo del mundo.
Antes negaba lo sobrenatural, ahora formo parte del lado oscuro de la humanidad.
Fui la culpable de abrir la caja de Pandora, ahora no tengo más remedio que ponerle fin a este caos.
Soy Viorica Constantin, y lucharé hasta mis últimas lágrimas.
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