El puente se ha desmoronado. Los riscos terminaror por destruírlo en el último derrumbe.
La niebla es espesa, y no podré ver cuándo volverá a producirse el siguiente.
La senda es fina y escarpada, si doy un paso en falso podría caer por el abismo.
Grito y pido auxilio, pero sólo me contesta el eco.
Miro hacia mis pies, estoy temblando. Me acurruco en el suelo y me abrazo las rodillas.
No hay nada que hacer, si no me lleva la locura, acabará conmigo el frío que siento.
Vuelvo a gritar, con la esperanza de que alguien me conteste.
No recibo respuesta. Al final rompí a llorar.
De la nada me eco vuelve, pero no parece mi voz, ni son las mismas palabras que yo lancé.
La voz me pide que me tranquilice, que siga adelante, que no estoy solo en este camino.
"Te rendiste antes de pedir ayuda por tercera vez, y que si los riscos no te arroyaron, aún puedes dar un paso, y a veces las sendas no están en línea recta, ni hay puentes, a veces hay que descender para poder subir. Que el cielo no siempre presenta su mejor cara, como tampoco es siempre de día, que debemos caminar un poco más despacio. Pero sobre todo, lo más importante, que siempre hay alguien al otro lado del abismo, que también grita al vacío esperando tu respuesta".
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